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Bryan Habana, se retira del rugby

Bryan Habana, en el mundial de rugby de 2015.

Nada hacía pensar que aquel niño que viajó con su padre por Sudáfrica durante el Mundial de 1995 iba a convertirse en una figura de leyenda. Bryan Habana era un futbolero en aquel mes que cambió la historia de una nación por la que todavía supuraban las heridas del Apartheid.

Pero aquella experiencia cambió sus planes. Como muchos de su generación, el ala recogió el guante de aquella selección liderada por François Pienaar o Joost Van der Westhuizen y repitió título en 2007. Habana no solo representa el nexo entre los dos mundiales, sino un prodigio de longevidad para una de las grandes figuras de este siglo. El máximo anotador de ensayos en los mundiales ha anunciado este martes que se retirará a final de temporada tras 16 años como profesional. 

Habana, de 34 años, ha anunciado en su cuenta de Instagram que el “momento inevitable” ha llamado a su puerta y que daba la bienvenida a una nueva etapa tras haber intentado recuperarse de los problemas físicos que le han lastrado en los últimos tiempos: “Ha sido más de un año esperando, intentándolo y deseando volver a jugar una última vez para saborear la dulce victoria o la desesperación amarga [por la derrota]. Para escuchar a la grada, hacer un último placaje o anotar el ensayo de la victoria en el último partido. Como la mayoría, me habría gustado que mi carrera hubiera terminado de forma diferente, pero a veces las cosas no salen como queremos”

Ha sido un mensaje emotivo de un jugador pasional que supo adaptarse a las circunstancias. Asombró al mundo en el Mundial de Francia 2007 con ocho ensayos y fue elegido mejor jugador del año. Igualó a Jonah Lomu como el máximo ensayador en una cita mundialista entonces y, ya en Inglaterra 2015, emuló su marca en la gran cita del oval con 15 marcas. Lo hizo con un triplete en el Estadio Olímpico de Londres ante Estados Unidos, pero se le resistió el ensayo que le habría puesto en el panteón exclusivo. Lo tuvo en una jugada franca y también en la pelea por el tercer puesto ante Argentina, pero no llegó.

Llegó a ser un auténtico portento de la velocidad –desafió a un guepardo para alertar de su peligro de extinción– y supo añadir recursos cuando el físico le abandonó. Pocos alas que empezaron tan pronto mantienen un nivel tan alto en la treintena. "Así es la vida, tienes que ser capaz de adaptarse y seguir adelante. Todo ha sido exigirme a mí mismo para ser uno de los mejores del mundo y he tenido la suerte de estar en equipos ganadores a lo largo de toda mi carrera”, dijo en una entrevista a EL PAÍS en 2015.

Fue también un pionero desde sus tiempos con los Bulls sudafricanos hasta su viaje a Francia para proclamarse campeón de Europa con Toulon y marcar una época con el club. Muchos jugadores siguieron su ejemplo y dejaron el hemisferio sur para ganar más dinero en el norte, pero la mayoría lo hicieron al final de sus trayectorias y renunciando a sus carreras con su selección. Nueva Zelanda no llama a quien juega fuera de sus fronteras y Australia puso bastantes trabas.

Fue muchas veces el perfume de calidad de una Sudáfrica aguerrida, con una delantera poderosa y una apuesta muy física. Su generación discutió de tú a tú a los All Blacks, pero el futuro se presenta más oscuro. La histórica derrota por 57-0 en Nueva Zelanda el curso pasado ilustra el abismo que separa a los finalistas de aquel Mundial de 1995 que cambió la vida de Habana. Así lo explicaba a EL PAÍS en 2015: “Ese viaje, salir de la escuela, tener la oportunidad de ir a Ciudad del Cabo para experimentar por primera vez la vida, lo que el rugby significaba para Sudáfrica en un régimen democrático tan nuevo… Fue algo increíblemente inspirador. Inspiró el sueño dentro de mí. Algún día yo quiero hacer lo mismo, ojalá pueda ponerme esa camiseta verde y dorada. No es algo que te marque inminentemente el camino porque pasas momentos muy duros, pero tener el honor de llevar esa camiseta es algo que nunca daré por hecho. Estoy muy agradecido al equipo del 95 y al presidente Mandela por ser capaces de convertirse en un símbolo de esperanza y por inspirar a un chico de 13 años para que quisiera hacer lo mismo”.

elpais.com