Miércoles, 11 2024 Diciembre

EL ESPIRITU DEL JUEGO

Estos eran, entonces, los amigos que he hecho y las experiencias que he tenido durante mis días de Rugby, y mi único arrepentimiento es que aquellos días no estén todos todavía ante mí. ¡Qué gran juego es este, nuestro Rugby, y cuanto hay en él más allá del mero encuentro de la fuerza con la fuerza! Para mí será el mejor deporte del mundo, no solamente por sus cualidades como juego en sí, sino por el espíritu con el que se juega. Quizás no debo separar al espíritu del juego; por cierto que en el Rugby los dos son inseparables.

Sin ninguna duda que es un deporte duro, y esa es una de sus principales virtudes. Un hombre que lo juega debe estar preparado a dar y recibir golpes fuertes, pero los recibirá y los dará con una sonrisa. Necesitará coraje y determinación y sentido del humor, y debe aprender el significado de la generosidad. Puede ser que el Rugby contenga en sí un elemento peligroso, y la gente con frecuencia se pregunte si vale la pena correr el riesgo de graves lesiones en lo que, después de todo, es solamente un juego. Sería, yo pienso, una pobre clase de juego si no tuviese que enfrentarse cierta clase de riesgo, y es una de las glorias del Rugby que se pueda poner el hombro contra un hombre con todas las fuerzas y hacerlo caer con un golpe, sabiendo que si le rompes una ó dos costillas no te guardará ningún tipo de rencor, mientras que si él te rompe los dientes al apartarte con las manos es simplemente tu propia falta por tacklearlo demasiado alto. Dichos accidentes son relativamente raros, pero cuando suceden son apenas la suerte de la guerra.

Allí está realmente el quid de la cuestión, porque el Rugby es guerra, si bien es una guerra amistosa y controlada, si es posible tal concepción. Todos tenemos nuestros instintos primitivos, y uno de los más fuertes es el gusto por una buena pelea, la que ninguna civilización ha podido erradicar. No veo motivo, por cierto, por qué deba ser erradicada, ya que es simplemente el deseo natural de un hombre saludable para medir su potencia contra la de otro, y por este deseo tenemos en el Rugby la mejor salida posible. De todos los juegos es el menos obstaculizado por restricciones, y aunque un jugador puede no ser Hercules, puede tener velocidad ó ser puesto a prueba sutilmente, y según las condiciones modernas cada calidad y cada físico tiene su chance. Es por la libertad del Rugby y sus consecuentes riesgos que alimentan su vigor, el que en estos días de tragos y fiestas en salones sea una cualidad a fomentarse.

Pero no quiero dar la impresión de que el Rugby sea nada más que fuerza bruta dirigida por el coraje en vez de por la inteligencia. Si solamente fuera eso no sería cada vez más popular, ni sería jugado en tantas escuelas. Es, por sobre todo, el juego para la táctica y para el hombre que está mentalmente alerta, ya que se mueve tan rápidamente y sus fases son tan inesperadas, que solamente un jugador sumamente inteligente puede captar las brechas que vienen y se van en un instante, ó pueden inspeccionar a sus oponentes cuando son esenciales una decisión y una acción rápidas.

Hay, más todavía, una profunda teoría subyacente con cada movimiento y contra-movimiento sobre la cancha, y para aprender y aplicar esta teoría con éxito un hombre debe contar con todo su ingenio. Pero eso no es todo, porque como en un juego se trata de medir su fortaleza contra el rival, así también tiene que confrontar su mentalidad contra la del otro, alterando el juego de su equipo para golpear en las uniones débiles de la armadura del rival.

Claramente hay más cosas en el Rugby que la simple potencia, e iría tan lejos como para decir que requiere una forma de pensar más rápida y profunda que cualquier otro juego. Pero si bien he tratado de mostrar como genera coraje y resistencia, generosidad, auto-control y fortaleza de carácter y mente, no he dicho nada sobre el espíritu subyacente a todo.

La cantidad del espíritu de cualquier juego es escurridiza, ya que jugamos sin analizar nuestros motivos. Hay, sin embargo, algo en el espíritu del Rugby que vale la pena definir, si bien es difícil de expresar. La Sra. Battle requería para su juego de cartas “un hogar limpio y el rigor del juego,” y de alguna manera ello expresa mi sentimiento con respecto al Rugby. Un hogar limpio –bien, eso es suficientemente claro; nuestro juego debe ser jugado completamente limpio de todas esas despreciables y mezquinas violaciones de las reglas que tan fácilmente pudieran infiltrarse; infracciones y obstrucciones que ningún hombre que comprenda el espíritu del Rugby puede practicar alguna vez. Y el rigor del juego, el que debemos tener, es una sincera alegría en su bravura, un deseo de dar lo mejor, de jugar limpio y no pedir ningún favor. Y, por sobre todo, no tener temor a la derrota, sino simplemente un esfuerzo por ganar porque ese es el objetivo del juego. Si nos llega la derrota, es una lección antes que una pérdida, mientras que si ganamos nos sentimos satisfechos de saber que el dar lo mejor de nosotros resultó ser suficiente.

Supongo que llegará ese día en que prepare mi bolso por última vez, cuando no necesite preocuparme por quitar el barro de mis botines ó mirar si está rota mi camiseta, pero al menos tendré que darme cuenta, al regresar triste a casa, lo afortunado que soy por haber sido un integrante de la feliz familia compuesta por los jugadores de un juego tan grande como el Rugby.